Estuve
ahí unas cuantas horas, meditando en ese lejano mundo del que nunca había
salido, en lo versátil de mi verbo, en ese tiempo que llevaría regresar sin
moverme tan sólo un milímetro. A mi alrededor las estrellas se fundían cual
plata en inmensas hogueras, en mi pecho latía la vergüenza de una raza
desquiciada que jamás vería el cielo de la forma en que yo lo veo, desde aquí,
sentado en el Sol, un momento irrepetible e irreal. Volando como gigante con
alas robadas, con escamas sobre la almohada mojada, delirando con un retorno
tristemente victorioso.
jueves, 8 de marzo de 2018
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